De cómo llegué a la quinta nube

En este limbo cibernético se acumularán las publicaciones de cinco años ininterrumpidos de crónica actual, además de otras que se me vayan ocurriendo.

martes, 5 de junio de 2012

PESIMISTA




Mi colega, el pesimista, desayuna leyendo los periódicos.  Sigue de cerca el relato minucioso de las peripecias políticas y se divierte inventando fabulosas soluciones que, me asegura, jamás serán consideradas por nadie en este país.  Pasa las páginas farfullando quejas y de vez en cuando le da un sorbo a su taza de café.

Con la lectura, su mirada se desplaza a lugares distantes: Bagdad, Somalia, Moscú.  Suelen aparecer montones de cadáveres anónimos, tétricos datos para los libros de historia.  No sólo se trata de asesinatos y bombardeos, a veces tiemblan los suelos, se levantan olas gigantescas, bandadas de pájaros muertos llueven sobre la tierra.  El mundo, sostiene con aire doctoral, es así: convulso y aterrador.  Muerde luego su tostada, se limpia cuidadosamente las migajitas del hocico y mira por la ventana.

Le maravilla la contrastante calma de su vecindario: la gente sale al trabajo y sigue su rutina, ajena al hambre remota, las masacres domésticas y el continuo estallido de las bombas.  Al pesimista le sobrecoge percibir esta unánime indiferencia.  La distancia los protege: ojos que no ven, corazón que no siente.

Sin embargo se le ocurre que no están suficientemente lejos, sabe bien que en cualquier momento puede tocarlos la desgracia con una de sus alas - o balas.  El pesimista rememora en un instante varias historias truculentas.  Sólo ve a su alrededor los estragos de una callada hecatombe.

Un súbito escalofrío recorre su espalda.  Imagina muy cercanos los golpes, las explosiones, los alaridos.  Se siente terriblemente vulnerable.  La desazón le impide seguir tragando el desayuno.  Así, en ese estado lastimoso, el hombre comienza el día.

Hay quien no debiera leer los periódicos tan de mañana.  Más le vale a mi colega que hoy tropiece con un ángel, alguien generoso que le muestre que de vez en cuando la esperanza sopla, breve y leve, sobre el mundo.

Publicado en El nuevo día el 16 de mayo de 2007.


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