De cómo llegué a la quinta nube

En este limbo cibernético se acumularán las publicaciones de cinco años ininterrumpidos de crónica actual, además de otras que se me vayan ocurriendo.

domingo, 1 de julio de 2012

JULIO



Todo se detiene.  No es que hubiera ido a tanta velocidad.  Los frenazos abruptos no son recomendables para ningún cuerpo en movimiento.  Tal vez por eso, sabiamente, la rutina del país ha ido frenando desde finales de mayo, hasta quedar casi detenida en estos días, al cabo de este mes.  Acaso por que también es inicio (en julio comienza el año fiscal), se arranca pausadamente.  Podemos imaginar que la lentitud con la que se mueven las cosas es producto de la cautela necesaria para la precisión de cualquier movimiento.

Hay quien se queja de la lentitud de julio.  ¡Ay del que espera un servicio en estos días!  Y no me refiero sólo a servicios públicos.  A juzgar por el ahínco con el que tumban árboles y pintan puentes en estos días, no puede decirse que el gobierno esté detenido.  La desidia de julio también toca el ámbito privado.  Varios negocios cierran; médicos, peluqueras, ebanistas, electricistas y plomeros aprovechan para hacer puente en estas semanas absurdas y calurosas,  y, como dicen, compartir con la familia.

Pensémoslo mejor, la lentitud de julio tiene también sus beneficios.  De momento, la ciudad se civiliza.  De súbito, hay más espacio.  Menos alarmas suenan en lontananza, menos carros transitan por la avenida.  Hay menos filas a mediodía en las cafeterías, menos tapón a la hora de salida.  Si hubiese disponible algún servicio médico, probablemente habría menos gente en la sala de espera.  Por unos días, no hay que comprar nada.  Ya pasaron las principales efemérides: madres, padres, graduaciones, jolgorios patrióticos.  Pero el nefasto llamado a la multitud no descansa.  Pronto regresarán.  En un par de días comenzarán a agitar a buena parte del coro.  ¡Familia, ya vienen las clases, hagamos filas para comprar libros, libretas y lápices!  ¡Abasténganse de papitas, juguitos y galletas para las loncheras!  ¡A moverse, mi gente, el mundo espera! 

Entonces, siempre integrados al vaivén de la muchedumbre, aceleraremos cuesta abajo a través de agosto, con la mirada puesta en el bullicioso diciembre.

Publicado en El nuevo día el 25 de julio de 2007.  

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