De cómo llegué a la quinta nube

En este limbo cibernético se acumularán las publicaciones de cinco años ininterrumpidos de crónica actual, además de otras que se me vayan ocurriendo.

domingo, 1 de julio de 2012

DERROTA (a propósito de los incidentes del 30 de junio de 2010)



Entre las personas que corrían ante el teniente descontrolado, estaba mi estudiante Laurie.  Me la imagino huyendo despavorida por la Avenida Constitución, protegiendo su cámara y su vida.  Cuenta ella que vio cuando el policía sacaba la pistola y disparaba, y eso la hizo “correr más”, luego escuchó otro tiro y me asusta pensar que, entonces, en la mirilla del tirador estuviera la muchacha.  Celebremos que esa bala quedó perdida y no encontró ni a Laurie ni a ninguno de los muchachos que huían avenida abajo, ese turbulento atardecer en Puerta de Tierra.

El caos que formó la policía el miércoles pasado no debe repetirse, en eso estoy de acuerdo con el Gobernador.  Y sí, ha llegado el momento de establecer nuevas restricciones a la uniformada en el uso de la fuerza bruta y de educarla en el manejo de multitudes, porque, como bien prevemos todos, las protestas continuarán, para fortuna de los vendedores de piraguas, sombrillas y botellitas de agua.

Después de escuchar sus declaraciones al respecto, sin embargo, es difícil creerle al Gobernador su compromiso con la protección de los derechos ciudadanos.  Tendrá que esforzarse un poco más en convencernos.  Sus expresiones, salpimentadas de disparatadas insinuaciones que parecen dictadas por un espíritu burlón (“grupos financiados por países extranjeros que intentan sembrar el caos”) aportan muy poco a la tolerancia que alega defender y mucho a la inquina de algunos ánimos exhaltados, como el del teniente disparador.  “Eso es lo que tendríamos que hacer - dicen que dijo este señor después de disparar - matarlos a todos.” 

La violencia de estas palabras merece la más enérgica censura de las autoridades.  Se trata, no de un anónimo viandante ni de un fanático en la multitud, sino de un representante de la Ley y el Orden (precisamente) que el Gobernador dice venerar.

Ahora que se retoma el semestre en Río Piedras y se emprende una nueva jornada de intrincadas controversias y dificultosas situaciones, necesitamos garantías de nuestro derecho a disentir.   Sin ellas, la paz tan cacareada en los discursos es miedo, resignación, derrota, tiranía.

 Publicado el 7 de julio de 2010 en El Nuevo Día.

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